Política
Ambiente entró al debate

Hablar de ambiente es hablar de economía, salud y desigualdad

Con el 18,60% de los votos "desarrollo humano, vivienda y protección del ambiente" entró en la agenda de temas para el debate presidencial del 8 de octubre. ¿Cómo se vincula este eje con los temas que más preocupan a la población?

Abogada y diplomada en el Programa de actualización de Políticas Públicas y Cambio Climático. Autora del libro "Una vida sustentable"

Para aquellas personas que nos consideramos ambientalistas o a las que nos preocupa el contexto de crisis climática, cada vez es más difícil encontrar buenas noticias. Por eso, cuando aparecen, es importante poner el foco en ellas y celebrarlas.

La más reciente victoria del ambientalismo en Argentina fue lograr que este eje sea incorporado en la agenda de temas a debatir por quienes se candidatean a presidente el próximo 8 de octubre.

Su incorporación al temario se obtuvo gracias a una encuesta pública que estuvo disponible por pocos días en la página oficial de la CNE, se podía elegir entre salud; federalismo y desarrollo regional; desarrollo humano, vivienda y protección del ambiente; defensa; justicia, instituciones y transparencia; y derechos humanos y convivencia democrática.

Los resultados dieron como ganadores a "Derechos Humanos y Convivencia Democrática" que obtuvo un 57,94% de los votos y a "Desarrollo Humano, Vivienda y Protección del Ambiente" que fue votado por el 18,60% de los participantes.


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Escuchar a nuestros candidatos responder sobre ambiente es muy importante de cara a las próximas elecciones, ya que nos encontramos en un contexto de crisis en el que el mundo entero enfrenta graves problemas ambientales, tales como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación del aire y del agua, entre otros. Estos problemas, lejos de lo que muchos piensan, tienen un impacto significativo en la vida de las personas y en la salud del planeta. Por eso, quien tome el timón, tendrá un papel fundamental en la adopción de políticas y medidas para abordar estas crisis.

Lamentablemente, a menudo esta lectura no es considerada por la dirigencia política, que suele sostener un discurso que relativiza o niega la crisis ambiental. Esta relativización del problema cree estar justificada por considerar que frente a los problemas económicos, de salud, de desigualdad e inseguridad, los problemas ambientales quedan lejos en la lista de prioridades.

En consecuencia, resulta importante preguntarnos ¿de qué manera se vincula la problemática ambiental con otras problemáticas más convencionales?.

Pensemos en el vínculo que existe entre la crisis climática y la salud: muchos problemas ambientales, como la contaminación del aire y del agua, tienen un impacto directo en la salud de las personas. La exposición a contaminantes ambientales puede causar enfermedades graves, como problemas respiratorios, cardiovasculares y cáncer. En este sentido, cabe recordar lo sucedido durante el mes de julio en la ciudad de Nueva York, donde unas 100 millones de personas se vieron afectadas por la mala calidad del aire, debido a la propagación de los incendios forestales que se desataron en Canadá. La presencia constante de humo obligó a las autoridades a solicitarle a la población que permanezca en el interior de sus viviendas y salir únicamente portando una protección facial de alta calidad.

En esta misma línea, y sin necesidad de tomar ejemplos tan lejanos, los gases y partículas producidas por los incendios ocurridos en el delta del Río Paraná durante el 2022 generaron un incremento de padecimientos respiratorios y cardiovasculares, existiendo además claras señales de su vinculación con enfermedades metabólicas y cáncer. Esto sin considerar el enorme costo económico que significa atender todos esos casos. Es evidente entonces que discutir políticas ambientales en los debates presidenciales es esencial para garantizar la protección de la salud pública.

Otra de las principales preocupaciones de la dirigencia política y de la población es la situación económica. Desde lo discursivo, hay una tendencia a señalar que solucionar la crisis económica es más importante que abordar la crisis ambiental, así como también que trabajar en el desarrollo económico del país implica necesariamente dañar el ambiente y que, por lo tanto, proteger el ambiente implica frenar el desarrollo económico. Sin embargo, hay sobrados motivos que nos permiten entender por qué lo anterior es incorrecto.

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Por un lado, es importante reconocer que el ambiente nos provee de los recursos naturales necesarios para satisfacer nuestras necesidades básicas, así como también para nuestro desarrollo económico: desde el agua y el aire puro, hasta los alimentos y la energía. O sea, desde lo más pequeño hasta lo más grande.

Normalmente entendemos, por el modelo en el que estamos inmersos, que la naturaleza es una fuente de recursos y materias primas que están esperando a ser explotadas por los seres humanos y que a partir de esa explotación podemos lograr el crecimiento económico. Esto sería cierto si no fuera porque estos recursos son escasos y limitados, por lo cual la capacidad que tenemos para explotarlos y utilizarlos también es limitada. Y acá viene el problema: si los recursos se agotan o se degradan, esto afecta directamente a la economía y el bienestar social.

Para entender cómo se vincula esta explotación de recursos y daño a la naturaleza con los problemas económicos y con la desigualdad, podemos pensar en lo que sucedió en Uruguay durante la crisis hídrica que dejó sin agua potable a tanta gente: ¿quiénes podían acceder al agua con facilidad? ¿quienes tenían dinero o quienes no lo tenían?, ¿a quiénes les significaba más esfuerzo acceder a ese bien básico?. 

Recordemos que la crisis hídrica a la que estamos haciendo referencia es una manifestación más de las consecuencias del cambio climático, profundizada por la deforestación y la modificación de los usos del suelo, entre otras cosas.


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Asimismo, en el contexto de tragedias ambientales que se están presentando en las últimas semanas, repletas de incendios e inundaciones mortales en distintas partes del mundo, podemos ver cómo se vincula el cambio climático con la economía y la desigualdad. Tomemos por ejemplo lo sucedido en Libia: "La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha informado de que al menos 30.000 personas fueron desplazadas de Derna, a lo que se suman 3.000 habitantes que tuvieron que huir de Al Baida y más de 2.000 de Bengasi. Esta agencia de la ONU estima que hay 884.000 personas damnificadas directamente por esta catástrofe". Según un estudio rápido de atribución del World Weather Attribution, el calentamiento global provocado por la actividad humana multiplicó por cincuenta la probabilidad de lluvias torrenciales en Libia, un país cuyos factores geográficos, climáticos, sociales y políticos aumentan su vulnerabilidad frente al cambio climático.  

Estamos hablando de eventos naturales que se están cobrando miles de vidas y que tienen consecuencias económicas devastadoras. 

Estas manifestaciones del cambio climático que estamos viviendo y sus consecuencias para la vida, la economía y la salud de las personas, tienen que servirnos para tomar conciencia y pasar a la acción, no todo está perdido, todavía se puede evitar que la situación empeore, pero para ello necesitamos medidas y políticas que se tomen en serio esta problemática y que le den el lugar de relevancia que tienen. 

Abordar la problemática ambiental implica tomar medidas que protejan y conserven los recursos naturales, que promuevan prácticas sostenibles en la producción y consumo y fomenten la equidad social para contribuir a un desarrollo económico más resiliente, una sociedad más justa y un futuro sostenible para todos.

La transición hacia una economía más sostenible y limpia puede generar empleos y por ende, estimular el crecimiento económico. 

Esperemos que todos estos aspectos sean tenidos en cuenta por los candidatos y las candidatas en el debate del próximo 8 de octubre y que nos sorprendan discutiendo estrategias para impulsar la economía a través de inversiones en energía renovable y transición energética justa, eficiencia energética y regeneración, y restauración ecosistémica.


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