Cruceros: glamour accesible versus contaminación ambiental
Durante las dos últimas décadas fue la actividad vacacional que más rápido creció, pero con la pandemia se paralizó.
Por la pandemia del coronavirus, el turismo de cruceros se paralizó casi por completo en marzo de 2020. La industria quedó en pausa pero espera recuperar bríos a partir de marzo cuando regrese la primavera al hemisferio norte. Por entonces, comienza su temporada alta.
La Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA), que engloba a la mayoría de navieras del mundo, vaticinó que si las vacunas contra el Covid resultan efectivas se podrá garantizar a los pasajeros su seguridad sanitaria a bordo en 2021.
Durante al menos las dos últimas décadas, fue la actividad vacacional que más rápido creció. Los cruceros se estaban volviendo cada vez más populares y accesibles llegando a transportar cada año alrededor de 20 millones de pasajeros en el mundo.
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Se habían convertido en uno de los estilos de viajes más codiciados, principalmente debido a sus bajos costos: por 200 dólares se podía recorrer buena parte del Mediterráneo y por otros tantos dólares era posible hacer lo propio en el mar Caribe durante varios días. Los camarotes, que durante décadas eran patrimonio casi exclusivo de las clases altas, se volvieron alcanzables para las capas medias.
Los barcos de pasajeros fueron aumentando su volumen cada año. El Oasis of the Seas, de Royal Caribbean, puede albergar hasta 5400 pasajeros, por lo que es capaz de competir en volumen con los hoteles más grandes del mundo.
Sin embargo, luego de graves inconvenientes sanitarios ocurridos a bordo de estas aldeas flotantes durante la crisis mundial del presente año, muchos comenzaron a repensar la sustentabilidad de este particular mercado.
¿Cuánto contaminan los cruceros?
Se trata de la forma de recreación que más afecta al Planeta, ya que tiene la mayor incidencia de producción total del CO2 del sector turístico y es causante de la destrucción de variados ecosistemas marinos.
Estas ciudades marinas con miles de cabinas, piscinas, casinos, discotecas y restaurantes son hasta mil veces más perjudiciales que un tren, de acuerdo a datos de la Organización Mundial de Turismo.
Las enormes cantidades de alimentos y bebidas que se consumen durante las largas travesías, junto con el agua de lavado, las piscinas y los derivados de los centros de salud internos se descargan en el mar, complicando a los peces y la vida marina.
Además, hasta los arrecifes de coral pueden morir debido al nitrógeno y fósforo de las aguas residuales que despiden las enormes naves.
Estos desechos ocasionan el crecimiento excesivo de algas y la consiguiente reducción en los niveles de oxígeno en el agua, según informes del Programa Medioambiental de las Naciones Unidas.
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Un crucero de 3000 personas genera 210.000 litros de aguas residuales por semana, suficiente para llenar 10 piscinas. También es responsable de la creación de cinco millones de litros de aguas grises, correspondientes a otros 40 estanques llenos de residuos.
En resumen, estas naves generan suficientes residuos para llenar 50 piscinas cada siete días. Y esa basura termina en los océanos.
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Los cruceros son también responsables de la contaminación atmosférica provocada por la quema de combustibles. Las emisiones de sus motores de los barcos incluyen óxido de nitrógeno, óxido de azufre y dióxido de carbono.
Estas moles se asocian con el lujo y el relax pero deberán adaptarse en el corto plazo a los nuevos sistemas de purificación del gas de escape para reducir o eliminar las emisiones malignas.
Además, muy pronto deberán garantizar la reutilización de las aguas dulces que cargan a granel en cada una de sus destinos.