Ambiente y naturaleza
Escasez de agua

Chile recurre a las plantas desaladoras para hacer frente a la crisis hídrica

Los chilenos se enfrentan a una grave crisis en el suministro de agua agravada por el cambio climático. Aunque están surgiendo soluciones, el futuro sigue siendo incierto

*Yasna Mussa / Dialogue Earth

En el invierno de 2024 el cauce del río Petorca, en la zona central de Chile, llevaba una cantidad de agua poco habitual a la observada durante la última década. Ubicada en la región de Valparaíso, a unos 220 kilómetros de Santiago, esta ciudad ha sido señalada como un emblema de la desigualdad hídrica en este país sudamericano pues su población depende de camiones aljibes y la falta de acceso al agua ha perjudicado a los pequeños agricultores que durante generaciones dependieron de las cosechas de frutas, incluidas paltas.

Esa pequeña alegría que llegó con las pasadas lluvias fue apenas un paréntesis en medio de años de altos niveles de estrés hídrico, un fenómeno vinculado a la mega sequía y a la menor disponibilidad hídrica particular durante la década de 2010-2020, que se agravó debido a los altos niveles de uso de agua de la actividad agrícola.

Para Camila Álvarez-Garretón, hidróloga e investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia CR2, la mega sequía que ha atravesado Chile responde a varias razones: se trata de una zona en la que es común tener una alta variabilidad interanual de precipitación, lo que significa que existen años muy húmedos y otros muy secos, pero siempre con años de superávit intercalados.

 Cultivo de cítricos en Petorca, en el centro-este de Valparaíso, en Chile. La sequía ha convertido a este pueblo en un símbolo de la escasez de agua en el país (Imagen: Freedom Wanted / Alamy)

"Lo anómalo de la mega sequía es que tuvimos muchos años consecutivos de años secos. Dentro de este período, 2019 y 2021 fueron años realmente de extrema sequía, pero en general desde 2010 tuvimos déficit de alrededor del 30%. Y esto se debe a dos fenómenos que se superponen: la variabilidad interanual combinado con efecto del cambio climático antropogénico. Esto último tiene una manifestación en Chile muy clara de déficit tendenciales de precipitación", explica Álvarez-Garretón.

La académica señala que, si bien todo el planeta se está calentando, no es similar lo que ocurre en distintas regiones con respecto a la precipitación, pues hay zonas en que el cambio climático antropogénico o el calentamiento global generan aumentos en las concentraciones de precipitación o en los montos, mientras que en la zona Centro-Sur de Chile se ve una tendencia consistente a la baja y eso se proyecta a fin de siglo.

Aunque la disponibilidad hídrica a escala nacional es comparativamente alta, las realidades son muy dispares entre las regiones del país. En las zonas hiperáridas de Atacama prácticamente no precipita, mientras que en los Andes australes se pueden acumular más de tres metros de precipitaciones en un año.

Chile es un país con más de cuatro mil kilómetros de largo, con una variada geografía y tipos de clima, en donde el océano Pacífico influye de manera importante, vinculándose con fenómenos naturales de gran escala como la Oscilación del Niño y de la Niña.

"El fenómeno de la Niña [que comenzó en diciembre] está ya en retirada. Duró poco y fue poco intenso. Lo bueno es que ocurrió en la temporada en donde no llueve en la zona central entonces no importa tanto", explica Roberto Rondanelli, profesor del Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile. "Cuando no hay El Niño ni La Niña, nos encontramos en una situación neutral. Esto no significa que vaya a llover más o menos de forma inmediata, sino que puede ocurrir cualquier cosa. Lo que se ve es que vamos hacia una situación neutral o incluso una situación de El Niño débil, lo cual es favorable para la precipitación en Chile central", dice Rondanelli.

El también meteorólogo aclara a Dialogue Earth que el país ha registrado mega sequías históricas como la ocurrida entre 1770 a 1782, por lo que no se trata de fenómenos nuevos, pero que en la actualidad hay que añadir el contexto de cambio climático.

En un informe del CR2 publicado en 2023 sobre seguridad hídrica del que participó Álvarez-Garretón se explica que las tendencias de las últimas seis décadas indican un incremento importante en los niveles de estrés hídrico en la zona central de Chile, un período en que los usos de agua consuntivos se han duplicado, impulsados principalmente por el desarrollo de las industrias agrícola y forestal.

Día Cero

En 2019, las periodistas Tania Tamayo y Alejandra Carmona publicaron el libro El negocio del agua: "El panorama es desalentador. Mientras el desierto avanza y el agua escasea, un palto en Chile, en promedio, consume más agua que una persona en Petorca, provincia de la Región de Valparaíso. Las mineras han avanzado de tal forma, que algunos lugares del altiplano se han quedado sin sus habitantes. Las forestales no aparecen en las cifras de huella hídrica, a pesar de que han consumido agua lluvia por años".

En la publicación las autoras aseguran que en el caso de este país se trata de una sequía selectiva en un territorio donde el agua es "un bien de mercado". "En el agro, la disponibilidad de agua también es desigual. Hay sectores que tienen mayor acceso al recurso hídrico, situación que está en directa relación con la capacidad económica del agricultor", según este libro.

En el informe del CR2 se indica que las tasas actuales de uso de aguas subterráneas en Chile central son mayores a la capacidad de recarga de los acuíferos, causando un descenso sostenido de estas reservas. "Esto profundiza los impactos socioeconómicos y ambientales, y encamina hacia un agotamiento absoluto de los recursos hídricos (Día Cero). El momento en que se alcanzará el Día Cero es incierto, pero, considerando que el plazo se encuentra en el rango de décadas a unos pocos siglos, supone un problema intergeneracional en Chile", advierte el informe.

Álvarez-Garretón explica que existe muy poca holgura entre el agua que se requiere y el agua que hay disponible naturalmente y lo que ha ocurrido es que, dada esta variabilidad interanual, que existan años muy secos no es sinónimo de que durante ese período la población o las industrias consuman menos agua. El gran problema es cuando se llegue al punto en que la disponibilidad sea tan poca que los requerimientos y usos del agua sean más grandes que la disponibilidad habitual.

Los habitantes de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, estuvieron cerca de experimentar el Día Cero cuando en febrero de 2018 sufrieron la falta de suministro. El gobierno alertó a la población a reducir su consumo de forma extrema o se cerrarían los grifos el 22 de abril de ese mismo año, fecha en que la ciudad se quedaría sin agua. Afortunadamente Ciudad del Cabo logró evitar la catástrofe, algo que no se pudo evitar en Uruguay, donde la zona metropolitana de Montevideo se quedó sin acceso a agua potable en 2023 luego de un período de escasas lluvias. Esto llevó a la ciudad a extraer agua salada del Río de la Plata para su abastecimiento, y hasta ministros del gobierno aconsejaron a las personas embarazadas y a aquellas con hipertensión, problemas renales o cardíacos que limitaran su consumo.

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Soluciones frente a la crisis hídrica en Chile

En contexto de emergencia climática tanto las comunidades, las industrias, los científicos y los académicos vienen pensando en soluciones y alternativas para enfrentar las consecuencias de una nueva mega sequía o escenarios complejos por falta de acceso al agua.

Las plantas desaladoras o desalinizadoras constituyen otra de las soluciones para revertir la escasez hídrica. Se trata de un complejo que utiliza agua de mar para convertirla en agua dulce y, por lo tanto, para consumo humano, industrial y de regadío. Las plantas desaladoras extraen agua en grandes cantidades del océano a alta velocidad para luego pasar por un procedimiento mediante el cual se eliminan aceites, algas, y otros elementos marinos. Luego se filtra por ósmosis inversa, un proceso de purificación del agua.

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Chile cuenta actualmente con 24 plantas desaladoras, 17 de las cuales abastecen al sector minero. La primera planta desaladora de agua potable de América Latina se inauguró en 2003 en la región de Antofagasta, en el norte del país. En Atacama, la primera planta desaladora de propiedad estatal de Chile -y la mayor que se construirá en el país para el abastecimiento público de agua- comenzó a construirse en 2018.

 Construcción de la nueva planta desaladora de Codelco en Antofagasta. Aunque este tipo de proyectos podrían aliviar la escasez de agua, expertos temen que los altos niveles de salmuera que producen puedan tener un impacto medioambiental negativo en las costas y los ecosistemas (Imagen: Sebastián Rodríguez / Prensa Presidencia de Chile)

Siguiendo esa misma línea, en diciembre pasado el país abrió las bases de licitación para la concesión de una planta desaladora en Coquimbo, donde empresas chinas, europeas y nacionales comenzaron la carrera para obtener la adjudicación del proyecto.

Desde la ingeniería, Pedro Sariego viene pensando en soluciones a gran escala. En una iniciativa que abarcaría a la región de Valparaíso, Sariego propuso la instalación de una desaladora de agua de mar cuya energía provendría de un parque solar que reemplace o complemente el aporte hídrico que generará el embalse Catemu, proyecto cuyo objetivo es satisfacer las necesidades de riego de casi 26.600 hectáreas de tierra, reduciendo así el impacto en el medioambiente y el costo por metro cúbico.

"Lo que tenemos que hacer, en definitiva, es una especie de acuerdo entre el agua y la energía. Esa es la clave. Yo hablo mucho de llevar o trasladar grandes volúmenes de agua a bajo costo mediante la sinergia de energía alternativa", dice el ingeniero.

Desventajas de la desalinización

Las plantas desaladoras también han generado dudas sobre los efectos negativos que podrían provocar en el borde costero en términos ambientales y como posible amenaza a los ecosistemas. Expertos apuntan al impacto de este proceso, sobre todo en relación a la sal devuelta al mar, la succión del agua y los químicos incorporados en los procedimientos.

Un estudio de 2019 advirtió sobre los riesgos medioambientales asociados a las plantas desaladoras, en particular los altos niveles de concentrado hipersalino (salmuera) que producen. La mayor parte de este se devuelve al mar, lo que provoca un aumento de la salinidad del agua que afecta y altera los ecosistemas y la vida marina. Los investigadores descubrieron que esto puede tener un impacto en la disponibilidad de nutrientes en el agua. Incluso puede afectar a la temperatura de los océanos, ya que el aumento de la salinidad también aumenta la densidad del agua y, por lo tanto, la circulación de las corrientes oceánicas.

Mientras tanto, el cambio climático es una complicación cada vez mayor. En el congreso Desalination Latin America 2025, realizado en Santiago en marzo, Daniel Rojas, experto en ingeniería del Grupo Brugg, una empresa de infraestructuras, advirtió que el aumento del nivel del mar y las marejadas ciclónicas más frecuentes causadas por el cambio climático están dañando las infraestructuras. También están inundando zonas donde se podrían construir plantas y alterando la dinámica geológica. Durante el evento, Rojas recomendó instalar presas o depósitos de sedimentos marinos, así como rehabilitar los humedales, para amortiguar estos efectos.

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El cambio climático también amenaza la sostenibilidad de las propias plantas desaladoras, ya que el agua más cálida contiene mayores niveles de sal, lo que afectará su funcionamiento.

Además, no existen normas que regulen la construcción y el funcionamiento de las plantas desaladoras. Sin embargo, Sariego dice que se trata de una tecnología más que probada a nivel mundial y que no tiene registros de alguna catástrofe a nivel ecológico: existen unas 20 mil plantas desaladoras en el mundo. "Tiene que funcionar rigurosamente bien, siguiendo las normas. Y en eso la ingeniería chilena, por lo menos la que está vinculada a la industria minera, es bastante rigurosa, bastante sistemática y se cumplen todos los cánones", agrega.

*Publicado originalmente en Dialogue Earth


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