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El hidrógeno verde potenciaría la construcción de hidroeléctricas en Ecuador

La fase inicial de la producción de hidrógeno verde en el país, a diferencia de otros de América Latina, se sustenta en gran medida en los proyectos hidroeléctricos, que ya han causado impactos en la biodiversidad y comunidades del Ecuador.

*Isabel Alarcón/Climate Tracker

Agua y electricidad producida con fuentes renovables son suficientes para obtener "el futuro de la humanidad". Esta frase fue la que utilizó Fernando Santos Alvite, ministro de Energía y Minas de Ecuador, para describir el hidrógeno verde y anunciar oficialmente que esta "gasolina del futuro" ya es parte del presente del país.

El 19 de julio del 2023, Ecuador se unió oficialmente a los países de América Latina que cuentan con una hoja de ruta para implementar esta alternativa a los combustibles fósiles. El hidrógeno verde ayudará a dejar la dependencia de la gasolina y el petróleo en sectores como el transporte, la agricultura y las industrias.

También llegará a cumplir otro rol: potenciar las energías renovables. A diferencia de sus compañeros de la región, en la primera etapa, Ecuador apostará por los proyectos hidroeléctricos en sus ríos para satisfacer la demanda de electricidad que requiere el hidrógeno verde.

En un país en los que estos proyectos ya han causado estragos, preocupa que se impulse su crecimiento y que su producción no sea tan verde como se vende.


Una hoja de ruta enfocada en las renovables

Después de más de nueve meses de trabajo, se presentó la estrategia de Ecuador para incursionar en el campo del hidrógeno verde. Mientras avanzan los esfuerzos para mitigar los efectos del cambio climático, el país busca disminuir las emisiones causadas por sectores como el de energía. Esto ya que la matriz energética aún depende del petróleo y es responsable de la mitad de las emisiones de gases contaminantes en Ecuador.

Frente a representantes de la academia, ministros y empresarios, Ángel Echeverría, director de Análisis y Prospectiva Eléctrica del Ministerio de Energía, se emocionaba al contar los beneficios del hidrógeno verde. Los ingresos por sus exportaciones podrían alcanzar los USD 51 millones por año al 2030 y se reducirían las emisiones en un 15,7% en el mismo periodo.

Por eso se define al hidrógeno verde como un actor clave en la transición energética y ecológica del país, procesos que incluso se establecieron como prioridad del Estado en 2021. De hecho, en ese año se firmó el decreto 059 y el Ministerio de Ambiente y Agua cambió de nombre a Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica.

"Hemos empezado a pensar en la oportunidad que puede ser el hidrógeno verde para Ecuador porque hemos visto que los [países] vecinos se mueven muy fuerte en el tema, pero en Ecuador tenemos mejores condiciones para energía renovable", explica Jorg Zehnle, gerente general de la Cámara de Industrias y Comercio Ecuatoriano Alemana y vicepresidente de la recién creada asociación H2 Ecuador.

La hoja de ruta se sustenta en el crecimiento de las energías renovables. Para que el hidrógeno se considere verde, tiene que obtenerse con electricidad derivada del viento, el sol o el agua. Aunque la mayoría de países de la región han optado por las dos primeras, Ecuador se enfocará en la última.

La hoja de ruta del hidrógeno verde en Ecuador fue presentada el 19 de julio del 2023, en Quito. Foto Ministerio de Energía y MInas

El rol de las hidroeléctricas

Alrededor del 90% de la electricidad en el país se produce con energías conocidas como "limpias". De este porcentaje, el 89% proviene de las hidroeléctricas que han aprovechado que Ecuador es uno de los países con el mayor número de ríos por kilómetro cuadrado.

La hoja de ruta contempla tres etapas. Hasta el 2025 se busca adjudicar 2.000 megavatios (MW) de energías renovables, hasta el 2030 otros 6.000 MW y la misma cantidad hasta 2040. Sin embargo, este crecimiento de las hidroeléctricas preocupa por los impactos que puede tener en la biodiversidad, los ecosistemas y las comunidades.

Los temores tienen fundamento en episodios recientes. Uno de los más emblemáticos fue la desaparición de la cascada San Rafael, en el año 2020. Este evento ha sido asociado a Coca Codo Sinclair, la hidroeléctrica más grande del país. Aunque no se ha comprobado que esta estructura fue la causante del proceso de erosión regresiva, investigadores y ambientalistas ya advertían que esto podía pasar hace más de una década.

El colapso de la cascada San Rafael está ligado al proceso de erosión regresiva del río Coca. Foto: Iván Castaneira

"Son ríos con mucha lluvia e inestables, pero si le pones encima una estructura, ya sabes lo que va a pasar", dice Daniela Rosero López, investigadora del Instituto Biosfera de la Universidad San Francisco de Quito. Es decir, un proceso erosivo que podía pasar en 100 años probablemente se aceleró con la actividad hidroeléctrica.

De hecho, un estudio de la Escuela Politécnica Nacional revela que hubo un aumento del 42% en la tasa de erosión después de la construcción de la central hidroeléctrica. Además de los impactos ambientales, se suman los sobreprecios de esta obra. Una investigación del medio GK demuestra que, en el contrato de Coca Codo de 2009, se estableció que el costo de construcción sería de USD 1.979 millones. Pero en 2023, ya estaba sobre los USD 2.400 millones, y puede seguir ascendiendo, ya que la obra no ha sido entregada de forma oficial a Ecuador.

El puente de la carretera a Lago Agrio, en la Amazonía ecuatoriana, se cayó a causa de la erosión regresiva en la zona. Este fenómeno se asocia a la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair. Foto Iván Castaneira

Coca Codo Sinclair es una de las nueve hidroeléctricas con permiso ambiental en la Amazonía ecuatoriana y una de las cuatro que se encuentran en Napo. Esta es la provincia amazónica con más proyectos de este tipo. Aunque Ecuador tiene el porcentaje más pequeño de esta selva, concentra el 18% de las represas activas.

Otras zonas del país también preocupan. Rosero dice que una de las más vulnerables es la del río Esmeraldas, en la costa ecuatoriana. Esta es una de las cuencas más grandes, donde se han instalado varias hidroeléctricas pequeñas. A esto se suma que hay cambio de uso de suelo, actividad de minería pétrea, crecimiento poblacional y carreteras.

Se cortó el río, se acumularon químicos y los peces empezaron a morir cuando se liberaron los sedimentos de estas hidroeléctricas, explica la especialista. En el río Guayas, en la costa, se ubican proyectos hidroeléctricos grandes. Por superficie de área, es la cuenca más afectada.


Las comunidades y la fauna sienten los impactos

En la cuenca del Guayas se encuentra el proyecto Daule-Peripa. Para su construcción, se desplazaron 14.965 campesinos de ocho poblados y se aislaron 63 comunidades. Los habitantes de esta zona se agruparon para pedir la remediación de las 30.000 hectáreas de tierra cultivable que se destruyeron.

Las comunidades cercanas a Coda Codo Sinclair también han experimentado los impactos. Onésimo Solorzano pesca en los ríos Payamino, Coca y Napo, en la provincia de Francisco de Orellana. Desde la instalación de la hidroeléctrica, cuenta, sus aguas han cambiado, ya que cada vez acarrean más sólidos.

Esto ha afectado a los peces. Las poblaciones han disminuido y ahora es más difícil pescar, admite Bucheli. Se suman otros impactos como los derrames de petróleo y la contaminación por minería.

Jonathan Valdiviezo, especialista del Instituto Nacional de Biodiversidad (INABIO), explica que no importa si es una hidroeléctrica grande o pequeña, sus afectaciones son las mismas en los peces, especialmente migratorios.

Al colocar una gran estructura en estos ríos, se imposibilita que especies como los grandes bagres puedan cruzar. Aunque los proyectos ahora incluyen mecanismos como las escaleras de peces, estos no son suficientes, explica.

En ese sentido, un estudio publicado en la revista científica Journal of Fish Biology describe algunos casos asociados a las hidroeléctricas en el país.

Uno de los impactos más evidentes fueron las muertes masivas de peces, registradas desde 2016, relacionadas con la liberación de agua y sedimentos de la represa Manduriacu, ubicada entre las provincias de Pichincha e Imbabura. En el río Baba, de la cuenca del Guayas, se ha reportado la disminución de migratorios como bocachico (I. humeralis).

El proyecto hidroeléctrico Manduriacu de 65 MW de potencia, está entre las provincias de Pichincha e Imbabura. Foto: CELEC

Para Valdiviezo, no hay río ideal para la construcción de hidroeléctricas, ya que siempre van a representar una amenaza. Por eso, cree que otras fuentes de energía renovable serían más adecuadas si se busca apostar al hidrógeno verde.

Según la hoja de ruta, en una primera etapa es necesario depender del recurso hidrológico, ya que es el más abundante.


Morona Santiago albergará un proyecto emblemático

Hasta el momento, la energía hidráulica tiene una capacidad instalada de 5,1 gigavatios (GW) en el país, mientras el potencial instalable de generación de electricidad a partir de dicha fuente asciende a 35,5 GW.

Mediante un pedido de información, el Ministerio de Energía y Minas confirmó a Climate Tracker que el hidrógeno verde potenciará la construcción de proyectos hidroeléctricos. "Además de abastecer el crecimiento normal de la demanda también serán clave para impulsar la producción de hidrógeno verde", explica.

Según esta cartera del Estado, uno de los proyectos emblemáticos es Santiago, que se ubicará en el río del mismo nombre, en la provincia amazónica de Morona Santiago. Se proyecta que será el más grande de Ecuador (3.600 MW), es decir, el doble de potencia de Coca Codo Sinclair. También será el tercero de América del Sur.

El río Santiago es la única vía de comunicación para algunas comunidades Shuar que viven en sus riberas. Foto: Isabel Alarcón

Santiago tendrá una altura de 200 metros y su embalse abarcará 24 kilómetros del río Zamora y 45 del río Namangoza, que son los que alimentan al río Santiago. El proyecto ha causado diversas reacciones por el potencial impacto que tendría en la biodiversidad y en las comunidades shuar, sobre todo considerando los antecedentes disponibles de las hidroeléctricas existentes.

Jaime Palomino, presidente del Pueblo Shuar Arutam (PSHA), explica que las comunidades de esta nacionalidad indígena están en contra de la construcción de la hidroeléctrica y cuenta que no han recibido información sobre el proceso.

Según sus datos, las alrededor de 3.600 personas que se agrupan en las 18 comunidades que están a lo largo de este río tendrían algún grado de afectación. Sin embargo, en el Plan de Impacto Ambiental de Santiago se menciona que 275 personas de las comunidades shuar de Yuquiantza y la Unión serán reubicadas.

Otro problema es el impacto en los peces, que son fuente de alimento para las comunidades. Fernando Anaguano, ictiólogo, explica que si se construye una represa en la cuenca baja del Santiago, especies de bagre no van a poder surcar los ríos desde Perú a zonas ecuatorianas. Los que se queden atrapados en el país no podrán generar poblaciones ecológicamente sustentables y van a desaparecer.

El río Santiago es la única vía de comunicación para algunas comunidades Shuar que viven en sus riberas. Foto: Isabel Alarcón

Otro de los aspectos que preocupa de este proyecto es que quienes estuvieron a cargo de sus estudios de factibilidad y diseños definitivos fueron funcionarios de la Corporación Federal de Electricidad de México. Este organismo fue parte de la fiscalizadora que debía prevenir los impactos de Coca Codo Sinclair.

La investigadora Rosero, que participó durante un año y medio en los análisis ambientales de la primera fase del proyecto Santiago, dice que se realizaron una variedad de estudios para asegurar que la hidroeléctrica no causara grandes afectaciones. En ese momento se determinó, cuenta, que si se construyen a la par un conjunto de represas pequeñas, los daños serían menores y tendría mayor vida útil.

Este proyecto se ha modificado en varias ocasiones. Preguntamos al Ministerio de Energía y Minas si aún se contempla levantar las estructuras complementarias del proyecto Santiago, pero al cierre de esta edición no recibimos respuesta.

De todos modos, esta cartera del Estado explica a este medio que la fase 1 del proyecto Santiago empezará a operar en 2031 y su fase 2 al siguiente año. Esta hidroeléctrica tiene un costo de USD 3 mil millones. Esta información, por ejemplo, era desconocida para Palomino.


Otras dos zonas clave para el hidrógeno verde

Cardenillo es otro proyecto necesario para la generación de hidrógeno verde en la lista del Ministerio de Energía y Minas. También operará en la provincia de Morona Santiago y se unirá al complejo hidroeléctrico Paute Integral, que está compuesto por Mazar, Molino y Sopladora.

  1. La central Paute Molino es la segunda hidroeléctrica más grande del Ecuador. Este 2023 cumplió 40 años de operación. Foto: CELEC

La investigadora de Biosfera explica que, en el caso de Cardenillo, ya no se puede hablar de los impactos a futuro porque ya es una zona intervenida. Desde la parte de arriba, donde empiezan las represas, existe una tubería por la que llevan el agua de un proyecto al otro.

Sin embargo, en el mencionado estudio de la Journal of Fish Biology se explica que los reservorios artificiales de Molino y Mazar son un hábitat para especies exóticas introducidas y acumulan sedimentos.

Cardenillo tendrá una capacidad instalada de 596,5 MW y costará USD 1. 320 millones. Al igual que Santiago, serán ejecutados a través de procesos públicos de selección con la participación de empresas y financistas privados. Estos aún no han sido elegidos.

"No es necesario construir únicamente grandes centrales, también se impulsarán pequeñas y medianas centrales que podrían o no estar conectadas al sistema nacional", aclara el Ministerio de Energía y Minas en alusión a los requerimientos de la industria del hidrógeno verde.

Ese es el caso de los proyectos hidroeléctricos de la cuenca del Guayllabamba, en la Sierra ecuatoriana. Allí se planea instalar algunos como Chespi-Palma, Real, Chontal y Tortugo. El problema de esta zona, explica Rosero, es que recibe toda la contaminación de Quito, y podría generar gases por la descomposición de estos compuestos en los posibles embalses.

En la hoja de ruta no se mencionan los efectos socioambientales que pueden tener estos proyectos. Por otro lado, se establece que uno de los riesgos es que las áreas con potencial hidráulico se encuentren en zonas protegidas, "impidiendo el despliegue de la tecnología".

Ante esto, se buscará "establecer diálogos entre entidades gubernamentales y desarrolladores de proyectos para llegar a acuerdos sobre la viabilidad de implementación de proyectos en zonas protegidas".


Combustible verde para la Amazonía, Galápagos y el transporte

Por otro lado, se pretende potenciar otras fuentes de energía renovable no convencionales como la solar y eólica. "La ubicación de Ecuador permite que las hidroeléctricas no sean la única fuente de producción de hidrógeno. Es la opción actual, pero tenemos zonas donde el viento o el sol puede ser excelente opción", dice Mayken Espinoza Andaluz, profesor investigador de la Escuela Politécnica del Litoral (Espol) e investigador del Centro de Energías Renovables y Alternativas.

Por ejemplo, se estima que hay 1,5 millones de hectáreas con sol, que podrían producir hidrógeno a través de celdas fotovoltaicas. El reto es obtener el financiamiento para potenciar este tipo de energías renovables en el país, que ya están contempladas en la hoja de ruta.

El hidrógeno verde será una opción para disminuir la contaminación de sectores como el transporte, que emite el 49% de los gases de efecto invernadero del sector energético.

En el laboratorio de la Escuela Politécnica del Litoral (Espol), en Guayaquil, se realizan una variedad de pruebas para la aplicación del hidrógeno verde. Foto Cortesía Mayken Espinoza Andaluz

Uno de los objetivos del gobierno es operar una flota de 50 buses con celdas de hidrógeno verde en Quito. La idea es que la experiencia se expanda a otras ciudades del país.

Espinoza, quien investiga este elemento desde 2009 y tiene una especialización en tecnología del hidrógeno en Alemania, es uno de los más activos en el país en la promoción del vector energético y también está trabajando en aplicaciones para el sector de transporte.

Actualmente, en la Espol ya cuentan con un vehículo pequeño de prototipo que se mueve con hidrógeno. Aún no es verde, pero están en ese proceso. Otra de sus aplicaciones puede ser industrial, como en la elaboración del cemento o papeleras, que tienen procesos térmicos muy grandes, donde se quema diésel. La ventaja de usar hidrógeno verde en estos casos es que no emite gases contaminantes.

Mirá también: Hidrógeno verde, un problema de modelo

Por otro lado, se apunta a utilizar hidrógeno verde para mejorar las condiciones de zonas emblemáticas y vulnerables. Espinoza dirige un proyecto desde 2021 donde se utiliza el hidrógeno como herramienta para avanzar en procesos de descarbonización en las islas Galápagos.

Mirá también: Ecuador anuncia el canje de deuda por naturaleza más grande del mundo para proteger las Islas Galápagos

Algunos de los planes para el archipiélago ecuatoriano incluyen una flota de ferris para el transporte interislas, movilización terrestre y almacenamiento de excedentes de hidrógeno para generar electricidad de respaldo. Se estima que estos proyectos se inicien en 2028. En la región amazónica se pretende usarlo para aumentar la cobertura eléctrica de localidades aisladas.

Para la fundación Acción Ecológica es importante conocer más sobre los proyectos piloto y sus posibles impactos en las personas y en la biodiversidad. Esta es una de las pocas organizaciones que se ha pronunciado hasta el momento sobre los riesgos de potenciar el hidrógeno verde sin una mirada integral, ya que es un tema aún muy nuevo en el país.

Además de la posible expansión de las hidroeléctricas, le preocupan temas como la demanda de agua y que se potencien las actividades extractivas.

La implementación del hidrógeno verde en Ecuador necesita una normativa para regular su producción y uso. Mientras tanto, las preguntas aumentan al igual que la necesidad de buscar alternativas para disminuir emisiones que no olviden el concepto de transición justa.

*Este texto fue producido con el apoyo de Climate Tracker América Latina


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