Política
Cumbre climática

La COP 28 pone en juego la continuidad de la vida planetaria. Segunda parte

La Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático 2023 (COP28), ha sido una oportunidad sin precedentes para cambiar el rumbo y crear un mundo mejor para las personas, la naturaleza y el clima. Sin embargo, una vez más, esta Cumbre llega a su fin impregnándonos de decepción y contrariedad.

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Si bien por primera vez se reconoce en una cumbre la necesidad de dejar atrás los combustibles fósiles, después de muchos años en los que el debate sobre esta cuestión estuvo bloqueado, la COP 28 culmina sin acuerdo sobre su eliminación gradual. El Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) António Guterres, cifró el éxito de la cumbre de Dubái en eliminar el uso del carbón, el petróleo y el gas lo suficientemente rápido como para evitar un cambio climático desastroso; sin embargo se han impuesto los intereses de los países petroleros.

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La crisis climática nunca ha sido más evidente, sólo en este año, el mundo registró el día y el mes más calurosos de la historia, un nivel récord de desaparición de hielo antártico y glaciares, y temperaturas extremas en los océanos. Las comunidades de todo el mundo están sintiendo los efectos en forma de olas de calor sofocantes, sequías devastadoras, escasez de suministros de agua, y eventos meteorológicos extremos de todo tipo. Las naciones en desarrollo, las menos responsables de impulsar el cambio climático, están experimentando los impactos de manera más aguda.

Tras intensas negociaciones durante dos semanas, llegamos al cierre de la COP28 con compromisos débiles en torno a una transición de combustibles fósiles a energías limpias renovables. El acuerdo reconoce "la necesidad de una reducción profunda, rápida y sostenida de las emisiones", pero deja abierta la puerta al uso del gas como combustible de transición y al avance de tecnologías de captura de carbono poco probadas y que no garantizan, a gran escala, el cero neto en las emisiones (que se captura lo mismo que se emite). Luego de 28 años de largos debates y negociaciones al respecto, no se había permitido identificar la acumulación de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera con su principal causante: la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón).

El texto aprobado finalmente junto al Balance Mundial (el primer inventario de la acción climática desde el Acuerdo de París) hace una llamada a la transición energética "equitativa y ordenada" con el objetivo de "tomar acciones en esta década crítica y conseguir el cero neto en el 2050?, aunque con un lenguaje liviano, falto de la contundencia necesaria. El acuerdo, denominado "Consenso de los Emiratos Árabes Unidos", reconoce "la necesidad de una reducción profunda, rápida y sostenida de las emisiones en línea con el objetivo de no sobrepasar los 1.5ºC". Otro de los puntos salientes de los objetivos es triplicar las energías renovables y duplicar la eficiencia energética para 2030; el marco establecido para el Objetivo Global de Adaptación.

El texto aprobado reconoce también que para limitar el calentamiento mundial a 1.5°C se requieren reducciones profundas, rápidas y sostenidas de las emisiones mundiales de GEI del 43% para 2030 y del 60% para 2035 en relación con el nivel de 2019, y llegar a cero emisiones netas de dióxido de carbono para 2050. Por el momento, con las acciones propuestas en el texto, no es suficiente.

Protesta en el marco de la COP28. Foto: Kiara Worth

Esta COP28 pone cierto énfasis en el qué. Sin embargo, no dio señales del cómo: financiamiento para la transición y la puerta abierta a muchas falsas soluciones. El Fondo para Pérdidas y Daños, anunciado con bombos y platillos, tendrá un primer aporte de 420 millones de dólares. Con él los países ricos, los que más emiten y han emitido, los principales responsables de la emergencia ambiental en que estamos inmersos, intentarán compensar las pérdidas y daños que los fenómenos meteorológicos catastróficos están causando, cada vez con mayor frecuencia, en las comunidades de las naciones en desarrollo. La cifra de los aportes resulta "irrisoria e insignificante", según valoran las organizaciones que desde hace años vienen luchando para que esta reparación se haga realidad.

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Se necesitan miles de millones de dólares para ayudar a las comunidades que necesitan desesperadamente reconstruir sus hogares tras las tormentas o para apoyar a los campesinos y campesinas que pierden sus cosechas o a las personas desplazadas de manera permanente por la crisis climática. A contramano: los enormes y excesivos beneficios que las empresas de combustibles fósiles han acumulado el año pasado, mientras siguen destrozando el clima. Los Estados donantes actuales son los responsables de una gran parte de las emisiones históricas de GEI, la suma inicial es decepcionantemente pequeña, ínfima comparada con los 7 billones de dólares en subvenciones que cada uno de estos Estados donantes destinan anualmente para apoyar al sector de los combustibles fósiles.

Basta con recopilar los daños económicos de algunas de las catástrofes climáticas de este año 2023, para convalidar que esta suma inicial es ridículamente insuficiente. Por ejemplo, las pérdidas económicas estimadas del huracán Otis, una tormenta tropical convertida en ciclón categoría 5 que destruyó gran parte de Acapulco, México, superan los 15.000 millones de dólares, según el cálculo que hizo la firma de análisis de riesgo especializada en desastres naturales y guerras Enki Research. Con estos aportes sólo se cubriría el 2,8% de los daños de esta fenómeno climático extremo.

Kyle Stice, Director Ejecutivo de la Red de Organizaciones de Agricultores de las Islas del Pacífico, apuntó: " Los pequeños agricultores familiares, que producen un tercio de los alimentos del mundo, invierten cada año 368.000 millones de dólares de sus escasos recursos en la adaptación al cambio climático, pero los gobiernos no están a la altura de este compromiso. La financiación de la adaptación no es caridad: es una inversión para alimentar a la humanidad". Queda claro que urgen nuevos y adicionales compromisos, con cuantías que reflejen la naturaleza global de la crisis climática y la amenaza que representa para miles de millones de personas.

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Pero el colmo de lo absurdo es que en la COP28, además de cientos de lobistas de los combustibles fósiles, también han participado representantes de entidades negacionistas del cambio climático, organizaciones con un pasado de bulos y tergiversaciones, que han sido acreditadas para participar de negociaciones secretas a puertas cerradas. Así lo ha denunciado Corporate Accountability, un organismo de control de la transparencia, tras analizar con lupa las miles de acreditaciones que entregó la organización de la Cumbre. Al menos 160 representantes de organizaciones que desprecian las evidencias científicas sobre el diagnóstico y las soluciones de la crisis climática, grupos que desde hace años vienen haciendo lobby a favor de la industria fósil, han tenido acceso preferencial a las negociaciones, mayor al que han obtenido las comunidades indígenas, los grupos de derechos humanos y las organizaciones de justicia climática.

Crédito: Christopher Pike

Así, las empresas de combustibles fósiles y sus cohortes desataron su maquinaria de mentiras y engaños en la COP28, no sólo le quitaron la voz a la gente, sino que también influyeron en la política climática global para garantizar que su agenda extractiva y contaminante pueda continuar sin obstáculos. La denuncia identifica a: Edelman, gigante de las relaciones públicas en Estados Unidos (EE.UU.) con una marcada agenda antiambiental, y cuyo cliente más importante es la petrolera Exxon Mobil. El Instituto Americano del Petróleo (API), el mayor grupo comercial de combustibles fósiles que durante años ha bloqueado los esfuerzos para aprobar legislación nacional que limite las emisiones de GEI. El Competitive Enterprise Institute, grupo de libertarios estadounidenses que a principios de este año calificó el informe final del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) como un "manifiesto de extrema izquierda". Edison Electric Institute (EEI), un grupo industrial que difunde una amplia desinformación climática desde la década de 1990. FTI Consulting, conocida como una de las firmas de relaciones públicas de combustibles fósiles "más despiadadas", ya que dirigen canales de noticias falsas, se hacen pasar por reporteros y escriben informes para activistas negacionistas, crean sitios web falsos a favor del fracking y de exploración de gas, y está bajo investigación del Congreso de EE.UU. por tácticas de relaciones públicas engañosas y por engañar al público sobre el cambio climático. Y son solo algunas.

Las naciones insulares, las más amenazadas por la emergencia climática y en riesgo de desaparecer, han ido a una cumbre climática a ver cómo se firma el documento que las condena. Pero para todos nada hay más insensato que firmar un documento de conclusiones en el que se establece que acabaremos en medio de hambrunas masivas, de catástrofes climáticas cada vez más frecuentes, desde olas de calor hasta huracanes, inundaciones e incendios masivos y descontrolados. La irracionalidad más absoluta: teniendo la tecnología para abandonar los obsoletos combustibles fósiles, plantearse no hacerlo porque "a los que los venden les parece mal y se niegan a firmar" es patético. "La suerte está echada" ¿Nos vemos en la próxima?


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