Fracasan en Ginebra las negociaciones por un tratado mundial contra la contaminación plástica
Las esperadas negociaciones internacionales para alcanzar un tratado global contra la contaminación por plásticos concluyeron abruptamente el pasado viernes en Suiza, sin consenso sobre el último borrador del texto.
Tras casi dos semanas de intensas reuniones, el Comité Intergubernamental de Negociación levantó la sesión en medio de fuertes divisiones entre países que reclamaban medidas ambiciosas y otros que se opusieron a cualquier límite a la producción de plásticos.
El documento final, que reconocía la "insostenibilidad" de los actuales niveles de producción y proponía abordar todo el ciclo de vida de los plásticos, fue rechazado por falta de compromisos concretos. La oposición de potencias petroleras y Estados Unidos bloqueó el avance de propuestas para establecer metas de reducción obligatorias, defendidas por la Unión Europea, varios países de América Latina, África y naciones insulares.
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"Se perdió una oportunidad histórica", lamentaron organizaciones de la sociedad civil, que denuncian la influencia de la industria petroquímica en el proceso y advierten sobre los impactos que tendrá la ausencia de un acuerdo global.
¿Qué significa para América Latina y Argentina?
La suspensión de las negociaciones refuerza la urgencia de avanzar en políticas locales y regionales que frenen la contaminación plástica. Argentina y otros países de la región, que habían apoyado la adopción de límites obligatorios, ahora enfrentan el desafío de no quedar paralizados por la falta de consenso internacional.
En el país, la crisis es palpable: el Río de la Plata, la costa atlántica y los principales ríos interiores muestran altos niveles de microplásticos, que ya se han detectado en peces y moluscos consumidos por la población.
Acciones concretas a nivel local
Aunque el tratado global se haya estancado, hay pasos inmediatos que pueden impulsarse desde gobiernos, municipios, empresas y ciudadanía:
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Fortalecer leyes locales: avanzar en la reglamentación y aplicación efectiva de la Ley de Envases con Inclusión Social y extender las prohibiciones de plásticos de un solo uso (como bolsas, sorbetes y vajilla descartable).
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Responsabilidad empresarial: exigir a las grandes marcas que comercializan en Argentina y la región planes de reducción y rediseño de envases, más allá del reciclaje.
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Sistemas de retorno y reutilización: promover la instalación de sistemas de depósito, devolución y retorno de botellas y envases, como ya funciona en otros países de la región.
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Apoyo a cartoneros y cooperativas de reciclado: reconocer y financiar su rol clave en la gestión de residuos, asegurando condiciones laborales dignas.
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Consumo responsable: desde la ciudadanía, reducir el uso de descartables, preferir productos a granel o con envases retornables, y presionar a las marcas para que ofrezcan alternativas más sostenibles.
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Movilización social: mantener la presión desde organizaciones ambientales, educativas y barriales para que los gobiernos locales no retrocedan en regulaciones, a pesar del fracaso internacional.
¿Qué se puede esperar?
La caída de las negociaciones en Ginebra mostró que la política internacional todavía no logra imponerse a los intereses de la industria del plástico y el petróleo. Sin embargo, también abre la puerta para que los países y las comunidades tomen la iniciativa. En Argentina y América Latina, donde el impacto ambiental y social de los residuos plásticos es evidente, cada acción local cuenta.
El desafío será no esperar un tratado global que hoy parece lejano, sino construir desde abajo soluciones concretas que, tarde o temprano, terminen empujando a la comunidad internacional hacia compromisos más firmes.