El Lado Oscuro de la Inteligencia Artificial: Un Gigante Energético con una Huella Ambiental Creciente
La inteligencia artificial (IA) está transformando el mundo a un ritmo sin precedentes, desde la optimización de procesos industriales hasta la personalización de la experiencia del usuario.
Detrás de cada algoritmo innovador y cada avance tecnológico, se esconde una verdad incómoda: la IA es una tecnología con una huella ambiental significativa, impulsada por una demanda energética creciente y un consumo considerable de agua, lo que genera huellas hídrica y de carbono cada vez más preocupantes.
La demanda energética: un apetito insaciable
El entrenamiento de modelos de IA, especialmente los modelos de lenguaje grandes (LLM) como GPT-3 o los sistemas de visión por computadora, requiere una potencia computacional masiva. Este proceso intensivo en datos se traduce directamente en un consumo energético elevado por parte de los centros de datos que albergan estos servidores.
Un estudio de la Universidad de Massachusetts Amherst, publicado en 2019, reveló que el entrenamiento de un modelo de procesamiento de lenguaje natural grande (BERT) puede emitir hasta 626.000 libras de dióxido de carbono (CO2), equivalente a las emisiones de cinco automóviles durante toda su vida útil, incluyendo su fabricación. Otro ejemplo, el entrenamiento del modelo GPT-3 de OpenAI, se estima que consumió una energía equivalente a la generada por más de 1000 hogares europeos en un año, liberando aproximadamente 552 toneladas de CO2.
La continua expansión de la IA y la creación de modelos cada vez más complejos anticipan un aumento exponencial en esta demanda energética. Se estima que, para 2030, la IA podría representar el 10% del consumo global de electricidad, una cifra alarmante que pone de manifiesto la urgencia de buscar soluciones más sostenibles.
Huella Hídrica: El Costo Oculto del Enfriamiento
Menos visible, pero igualmente preocupante, es la huella hídrica de la inteligencia artificial. Los centros de datos, para evitar el sobrecalentamiento de sus miles de servidores, utilizan vastas cantidades de agua para sus sistemas de refrigeración.
Un informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) de 2023 destacó que los centros de datos a nivel global consumieron alrededor de 250 mil millones de litros de agua en 2022. Si bien no todo este consumo es atribuible directamente a la IA, la proliferación de infraestructuras para soportar el crecimiento de la IA sin duda contribuirá a incrementar estas cifras. Para ponerlo en perspectiva, el enfriamiento de un solo servidor puede consumir miles de litros de agua anualmente. En regiones con escasez hídrica, esto representa un conflicto creciente y una amenaza para los recursos locales.
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Huella de carbono: un contribuyente silencioso al cambio climático
La combinación de la alta demanda energética y la dependencia de fuentes de energía no renovables para alimentar los centros de datos se traduce directamente en una huella de carbono significativa. Cada kilovatio-hora de electricidad generado a partir de combustibles fósiles contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero.
Además del entrenamiento, la inferencia -el proceso de utilizar un modelo de IA ya entrenado para realizar una tarea- también consume energía, aunque en menor medida. Sin embargo, dada la escala masiva de las aplicaciones de IA en la vida cotidiana (desde los asistentes virtuales hasta los algoritmos de recomendación), el consumo acumulado de energía por inferencia puede ser sustancial.
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La industria tecnológica, consciente de este desafío, está comenzando a invertir en centros de datos más eficientes energéticamente y en la adopción de energías renovables. Gigantes como Google y Microsoft han establecido objetivos ambiciosos para operar sus centros de datos con energía 100% renovable. Sin embargo, la transición global es lenta y requiere una inversión masiva y un cambio de mentalidad en toda la industria.
El camino hacia una IA más sostenible
El impacto ambiental de la IA es una preocupación creciente que requiere atención urgente. Es fundamental que el desarrollo y la implementación de la inteligencia artificial avancen de la mano con la sostenibilidad ambiental. Algunas de las soluciones incluyen:
Optimización de algoritmos: Desarrollar algoritmos más eficientes que requieran menos potencia computacional.
Hardware más eficiente: Diseñar chips y componentes de hardware que consuman menos energía.
Energías renovables: Acelerar la transición de los centros de datos hacia fuentes de energía 100% renovables.
Refrigeración innovadora: Implementar sistemas de enfriamiento más eficientes y que requieran menos agua, como la refrigeración líquida o el uso de ubicaciones geográficas con climas más fríos.
Transparencia y rendición de cuentas: Exigir a las empresas tecnológicas que informen sobre el consumo energético y la huella de carbono de sus operaciones de IA.
La inteligencia artificial tiene el potencial de ser una herramienta poderosa para abordar algunos de los mayores desafíos del mundo, incluido el cambio climático. Sin embargo, para que este potencial se realice plenamente, es imperativo que la propia IA se desarrolle y opere de manera sostenible, garantizando que su crecimiento no genere un costo ambiental insostenible para el planeta. La colaboración entre gobiernos, industria, academia y sociedad civil será clave para encontrar el equilibrio entre la innovación tecnológica y la responsabilidad ambiental.