La Minería Submarina puede condenar la Vida de los Océanos
En las profundidades inexploradas de nuestros océanos, más allá del alcance de la luz solar, yace un tesoro mineral que la humanidad, con su insaciable sed de recursos, ha puesto ahora en su mira y con ello, se activa una terrible amenaza.
Podríamos hablar de una Fiebre del Abismo, de una Amenaza Silenciosa a nuestros Océanos, o quizás de la Última Frontera Planetaria del extractivismo... La minería submarina, la extracción de minerales valiosos como cobalto, níquel, cobre, manganeso y tierras raras de los fondos marinos, se presenta como la próxima gran frontera de la explotación de recursos. Impulsada por la creciente demanda de tecnologías verdes -vehículos eléctricos, baterías y paneles solares- y la disminución de los depósitos terrestres, esta industria emergente promete una bonanza económica. Sin embargo, detrás de la promesa de prosperidad, se esconde una amenaza monumental para los ecosistemas marinos más prístinos y menos comprendidos del planeta.
El consenso científico es cada vez más claro: los impactos ambientales negativos de la minería submarina podrían ser catastróficos e irreversibles, transformando el vasto azul en un vertedero de escombros y silencio. La atracción por la minería submarina no es casual, ya que los fondos marinos albergan depósitos de nódulos polimetálicos (concentraciones de manganeso, níquel, cobre y cobalto), sulfuros masivos (rico en cobre, zinc, oro y plata) y costras de ferromanganeso ricas en cobalto y tierras raras.
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Las proyecciones económicas son asombrosas, se estima que el valor de los metales en los nódulos polimetálicos en la Zona Clarion-Clipperton (CCZ), en el noreste del Océano Pacífico ecuatorial, una llanura abisal de proporciones continentales (4.5 millones de km2) entre Hawai y México, podría superar los 12 billones de dólares.
Solo la empresa The Metals Company (anteriormente DeepGreen Metals), una de las líderes en la carrera por la minería submarina, ha valorado su contrato de recursos en la CCZ en más de 25 mil millones de dólares (USD) solo para la extracción de níquel y cobalto. Esta enorme riqueza ha desatado una verdadera "fiebre del abismo" entre gobiernos y empresas. Países como China, Corea del Sur, Japón, Rusia, India, Francia y Alemania han invertido fuertemente en investigación y desarrollo de tecnologías de minería submarina, obteniendo licencias de exploración de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés). La ISA, un organismo autónomo establecido bajo la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS), es responsable de regular las actividades de minería en las zonas internacionales, lo que representa el 50% de la superficie oceánica del planeta. Hasta la fecha, la ISA ha otorgado más de 30 contratos de exploración, cubriendo millones de kilómetros cuadrados de fondos marinos.
Entre las empresas más destacadas en esta carrera se encuentran:
- · The Metals Company (TMC): Con sede en Canadá, se ha asociado con Nauru, Kiribati y Tonga para explorar y potencialmente explotar nódulos polimetálicos en la CCZ.
- · China Ocean Mineral Resources Research and Development Association (COMRA): Un actor dominante con múltiples contratos de exploración en el Océano Pacífico e Índico.
· DEME Group (Bélgica): A través de su filial Global Sea Mineral Resources (GSR), también tiene un contrato de exploración en la CCZ.
· Lockheed Martin (Estados Unidos): A través de su filial UK Seabed Resources, también está involucrada en la exploración.
· Japan Oil, Gas and Metals National Corporation (JOGMEC): Lidera los esfuerzos de Japón en la exploración de sulfuros masivos.
A pesar de la magnitud de la inversión y las proyecciones, la industria aún está en sus primeras etapas. La falta de un marco regulatorio completo por parte de la ISA y la presión creciente de la comunidad científica y ambiental han ralentizado el avance hacia la fase de explotación a gran escala, pero la ambición persiste.
Los ecosistemas de aguas profundas son algunos de los entornos menos explorados y más frágiles de la Tierra. Albergan una biodiversidad única, con una gran cantidad de especies endémicas adaptadas a condiciones extremas de oscuridad, frío y alta presión. La minería submarina amenaza estos hábitats de múltiples maneras, generando impactos que se extenderán por milenios. La extracción de nódulos polimetálicos, por ejemplo, implica el uso de vehículos robóticos o "cosechadoras" que rastrillan el fondo marino, aspirando los nódulos junto con sedimentos y organismos. Esta acción literalmente pulveriza el hábitat, eliminando a las criaturas que viven sobre y dentro de los nódulos.
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Un estudio publicado en Scientific Reports (2020), analizó los efectos de un experimento de remoción de nódulos realizado en la CCZ hace más de 25 años, demostrando que la recuperación de la megafauna en las huellas de los arados era mínima, con comunidades que aún no se habían recuperado de la perturbación inicial. Se estima que la recuperación total de un hábitat alterado por la minería submarina podría tomar miles o incluso millones de años debido a las lentas tasas de crecimiento y colonización en las profundidades marinas.
Una de las principales preocupaciones es la generación de vastas plumas de sedimento. Las cosechadoras de nódulos no solo recogen los minerales, sino también una gran cantidad de sedimentos que son bombeados a la superficie o liberados directamente en la columna de agua. Estas plumas pueden extenderse por cientos de kilómetros, asfixiando organismos, reduciendo la penetración de luz y alterando las redes alimentarias.
Un estudio del Instituto Alfred Wegener de Investigación Polar y Marina, publicado en Science Advances (2021), modeló la dispersión de plumas de sedimento de una operación de minería a gran escala y concluyó que estas podrían afectar una superficie de hasta 1.5 millones de km2 en un año, impactando zonas de pesca y áreas protegidas. Las partículas en suspensión pueden obstruir los sistemas respiratorios de los organismos marinos, reducir la visibilidad y alterar la química del agua.
Si analizamos que las operaciones mineras submarinas implican el uso de maquinaria pesada, barcos y equipos de sonar, esto genera además una contaminación acústica significativa. Los ruidos de baja frecuencia pueden viajar grandes distancias en el agua, perturbando la comunicación, el comportamiento de alimentación y la migración de mamíferos marinos como ballenas y delfines, que dependen del sonido para navegar y cazar. Un informe de World Wildlife Fund (WWF) (2020) destacó que el ruido de la minería submarina podría tener un impacto desproporcionado en especies sensibles, exacerbando el estrés ya causado por el tráfico marítimo y la exploración sísmica.
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Aunque los metales se extraen en la superficie, el proceso puede liberar metales pesados y otros compuestos tóxicos en el agua. El agua de desecho, que contiene sedimentos finos y potencialmente metales disueltos, se descarga de vuelta al océano, ya sea en la superficie o en la columna de agua intermedia. Esto podría generar zonas de anoxia (falta de oxígeno) y liberar contaminantes que se bioacumulan en la cadena alimentaria marina. Investigaciones preliminares sugieren que la reintroducción de estos efluentes en la columna de agua podría tener efectos perjudiciales en la fotosíntesis y el crecimiento del fitoplancton, la base de la vida marina.
Los fondos marinos son reservorios de carbono y juegan un papel crucial en los ciclos biogeoquímicos del planeta. La alteración de los sedimentos y la liberación de materia orgánica enterrada podrían afectar el ciclo del carbono, liberando gases de efecto invernadero (GEI) y contribuyendo al cambio climático. Además, la perturbación de las comunidades microbianas que habitan en los sedimentos, responsables de procesos vitales como la nitrificación y desnitrificación, podría tener consecuencias a escala global.
La comunidad científica internacional ha emitido una alarma contundente contra la minería submarina a gran escala. Más de 800 científicos marinos de 44 países han firmado una declaración pidiendo una moratoria o una prohibición total de la minería submarina hasta que se comprendan mejor sus impactos y se desarrollen regulaciones robustas. La Alianza de Científicos Marinos de Profundidad (DSMA) ha sido una de las voces más fuertes, enfatizando que la información actual es insuficiente para tomar decisiones informadas sobre la explotación a gran escala.
Un estudio publicado en Nature Geoscience (2021), firmado en conjunto por científicos de la Universidad de Hawai'i y la Universidad de Southampton, concluyó que "la minería de nódulos polimetálicos en la CCZ no puede ser una actividad de 'bajo impacto' y probablemente causará la extinción de especies en los fondos marinos". El informe también enfatiza que la minería submarina no es una "solución milagrosa" a las necesidades de metales, ya que la demanda proyectada excede con creces la oferta potencial de los fondos marinos.
La ciencia subraya la extrema lentitud de los procesos biológicos en las profundidades marinas. Muchos organismos de aguas profundas tienen ciclos de vida extremadamente largos, crecen lentamente y se reproducen con poca frecuencia. Esto significa que una perturbación severa podría tener efectos a largo plazo, con la recuperación tardando siglos o milenios, si es que ocurre alguna vez. La extinción de especies únicas y poco conocidas es una posibilidad real, lo que representa una pérdida irreparable para la biodiversidad del planeta.
La presión para establecer una moratoria ha ganado fuerza. Países como Alemania, Francia, España, Nueva Zelanda, Chile, y la República de Palaos han expresado su apoyo a una moratoria o una "pausa precautoria". La Unión Europea (UE) ha instado a sus estados miembros a no patrocinar ni apoyar ninguna aplicación para licencias de minería submarina hasta que se comprendan completamente los riesgos.
La posición de EE.UU. respecto a la minería submarina es compleja y ha mostrado cierta dualidad. Si bien EE.UU. no es parte de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS) y, por ende, no tiene derecho a voto en la ISA, ha mantenido una fuerte presencia a través de empresas y un interés estratégico en los minerales críticos. Históricamente, el gigante norteamericano ha rechazado declarar los recursos submarinos como patrimonio común de la humanidad. Aunque empresas estadounidenses como Lockheed Martin (a través de su filial UK Seabed Resources) han obtenido contratos de exploración a través de patrocinios de otros estados, la falta de reconocimiento internacional de sus propias licencias ha generado reticencias.
Recientemente, el gobierno de Trump ha manifestado un interés en impulsar la explotación minera en sus propias aguas territoriales y ha explorado vías para que empresas estadounidenses, como la startup Impossible Metals, puedan operar en aguas internacionales bajo la normativa interna estadounidense, incluso sin un código minero global fully establecido por la ISA. Esto refleja una preocupación por el acceso a minerales críticos, especialmente ante la dependencia de cadenas de suministro controladas por otras naciones, como China, y un deseo de asegurar sus propios recursos estratégicos. La influencia de EE.UU., aunque no directa en la votación de la ISA, se ejerce a través de la inversión en tecnología, el patrocinio de empresas y su peso geopolítico en la discusión global sobre el acceso a los recursos.
La UE, como bloque, ejerce una influencia significativa en la ISA a través de la participación de sus estados miembros y su posición negociadora. Su enfoque se ha centrado en la necesidad de una base científica sólida y de marcos regulatorios ambientales estrictos antes de que se inicie cualquier explotación a gran escala. La preocupación por la protección de la biodiversidad marina y la sostenibilidad ambiental es un pilar fundamental de la política de la UE, lo que la sitúa en una posición de liderazgo entre los defensores de una moratoria. Sin embargo, la tensión entre la ambición de asegurar el suministro de minerales críticos y la necesidad de proteger los ecosistemas profundos sigue siendo un desafío interno para el bloque.
Organizaciones ambientales como Greenpeace, WWF, y la Deep Sea Conservation Coalition (DSCC) han liderado campañas globales, exigiendo una moratoria y destacando la urgencia de proteger estos ecosistemas vulnerables. Han argumentado que la actual regulación de la ISA es insuficiente y que la falta de conocimiento sobre las profundidades marinas hace que cualquier operación minera a gran escala sea intrínsecamente arriesgada.
La ISA, aunque ha otorgado licencias de exploración, se encuentra bajo una intensa presión para finalizar un código minero que regule la futura explotación. Sin embargo, este proceso ha sido lento y controvertido. La falta de consenso entre los estados miembros y la influencia de los intereses de la industria han complicado la elaboración de regulaciones que prioricen la protección ambiental. La "regla de los dos años", una disposición que permitiría la solicitud de licencias de explotación incluso sin un código minero completo, ha generado una enorme preocupación y ha sido el catalizador de una presión internacional aún mayor para una moratoria. Por todo lo expuesto, la minería submarina representa un dilema moral y ambiental para la humanidad. Si bien la necesidad de metales para la transición energética es innegable, la solución no puede ser la destrucción de otro de nuestros ecosistemas vitales. Los océanos, que cubren más del 70% de la superficie terrestre, son el pulmón de nuestro planeta y un regulador climático crucial. Las profundidades marinas son la última frontera salvaje, un bastión de biodiversidad aún por descubrir y comprender. La evidencia científica es abrumadora: la minería submarina conlleva riesgos inaceptables. Los impactos negativos en la biodiversidad, la calidad del agua y la salud de los ecosistemas marinos son profundos y probablemente irreversibles. En un momento en que la humanidad enfrenta una crisis de biodiversidad y un cambio climático acelerado, la apertura de un nuevo frente de explotación en las profundidades marinas parece no solo imprudente, sino un paso hacia una catástrofe ecológica sin precedentes. Es imperativo que los gobiernos, las empresas y la sociedad civil se unan para imponer una moratoria sólida y duradera sobre la minería submarina. La investigación debe enfocarse en alternativas más sostenibles para la obtención de metales, incluyendo el reciclaje, la economía circular y el desarrollo de tecnologías con menor dependencia de minerales críticos. La protección de nuestros océanos no es solo una cuestión ambiental, sino una cuestión de sobrevivencia global. Debemos responder con precaución, respeto y una visión a largo plazo para la salud de nuestro planeta.