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Justicia ambiental y derechos

¿Quién ordenó matar a Berta Cáceres? La investigación que podría cambiar el destino de los defensores ambientales

Un grupo de expertos independientes, respaldado por la CIDH, investiga el caso de la ambientalista hondureña asesinada en 2016. Por primera vez, se investigará quiénes ordenaron su muerte y los intereses económicos detrás del crimen.

*Sally Jabiel

Laura Zúñiga Cáceres tenía apenas 23 años cuando asesinaron a su madre. Nueve años después, sigue exigiendo justicia y verdad. Lo ha hecho en audiencias, en foros internacionales, en las calles. Pero ahora es distinto. Por primera vez, un grupo de expertos independientes intentará responder la pregunta que sigue sin resolverse: ¿quién ordenó matar a Berta Cáceres?

"Han sido nueve años de arrancarle pedazos a la justicia en un país donde los grupos de poder son intocables", afirma Zúñiga, quien integra el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh), la organización que su madre ayudó a fundar para la lucha colectiva por los derechos de los pueblos indígenas. "Nos enfrentamos a gente muy poderosa y acostumbrada a moverse entre el crimen con impunidad".

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Ahora, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, respaldado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), investiga el asesinato de Cáceres y los intereses económicos detrás del crimen.

Este mecanismo se ha usado en casos como la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en México, pero nunca antes para esclarecer el asesinato de una defensora ambiental. Es un proceso sin precedentes que puede revelar hasta dónde llega la impunidad y si, esta vez, es posible quebrarla.

El poder detrás de la violencia

Berta Cáceres fue asesinada la madrugada del 3 de marzo de 2016 en su casa en La Esperanza, Honduras. Llevaba años de amenazas por defender al pueblo indígena lenca, el más numeroso de los nueve que existen en el país.

Su última batalla fue contra el proyecto hidroeléctrico Agua Zarca, que pretendía desviar el río Gualcarque, sagrado para su pueblo. Sabía que la querían muerta. Lo había denunciado y tenía medidas cautelares de la CIDH desde 2009. Pero el Estado no la protegió.

"Su asesinato conmocionó mucho porque ella no solo era un emblema de la defensa del ambiente, sino también de la democracia", asegura Claudia Paz y Paz, directora del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil) para Centroamérica y México, nominada al Premio Nobel de la Paz en 2013.

A Cáceres no solo la asesinaron por defender un río. La mataron por desafiar el poder en Honduras. Agentes del Estado y de la empresa Desarrollos Energéticos S.A. (DESA) estuvieron implicados. En 2024, se confirmaron las sentencias de siete de los ocho condenados en los juicios de 2018 y 2021, entre ellos un mayor del Ejército de Honduras. "Pero, ¿quiénes dieron la orden? ¿Quiénes fueron los autores intelectuales?", plantea Paz y Paz.

El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes tiene seis meses para intentar responder a esa interrogante. Su creación llega tras años de presión de la familia de Cáceres y las organizaciones que la acompañan, ante la desconfianza en las autoridades hondureñas.

"Los gobiernos anteriores se negaron a suscribir un acuerdo de este tipo. Hasta ahora, no hubo voluntad del Estado", explica Paz y Paz. Finalmente, en octubre del año pasado, el acuerdo se firmó entre la CIDH, el Estado de Honduras, Copinh y Cejil.

El COPINH mantiene viva la lucha de Berta Cáceres, exigiendo justicia y protegiendo los territorios indígenas frente a megaproyectos que amenazan su existencia. Crédito: COPINH - CEJIL

Para Zúñiga, no solo es una cuestión de voluntad política. "Ha habido apertura sí, pero también creamos las condiciones para que haya esa voluntad del Estado de Honduras", subraya la activista. "Es un caso que se ha legitimado en la población, y el Estado sabe que no puede ignorarlo".

El equipo de especialistas deberá desentrañar las redes de poder detrás del crimen y proponer un plan de reparación integral de las comunidades afectadas. Pero, para Paz y Paz, el mayor desafío es, precisamente, el poder mismo.

"Si logran esclarecer quiénes financiaron y planearon el asesinato de Berta Cáceres será un avance crucial para otros casos donde estas estructuras siguen operando con total impunidad", destaca.

Un país letal para los defensores ambientales

En 2023, al menos 196 defensores ambientales fueron asesinados en el mundo, según el último informe de Global Witness. El 85 % de esos crímenes ocurrieron en América Latina. Brasil, Colombia, Honduras y México concentran más del 70 % de las muertes.

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Honduras, con una población diez veces menor que la de México, registró el mismo número de asesinatos. Es el país con la mayor tasa per cápita de crímenes contra quienes defienden la tierra y el territorio.

"Durante un tiempo, el asesinato de mi mamá frenó otros crímenes en el país", explica Zúñiga. "Porque la respuesta de la comunidad internacional fue fuerte. Pero, con los años, la impunidad ha dado luz verde a una mayor violencia contra defensores".

Crédito: Pablo Omar Iglesias

El año pasado asesinaron al ambientalista hondureño Juan López por oponerse a un megaproyecto extractivo, conocido como el "monstruo de las siete cabezas": dos minas, una termoeléctrica, una peletizadora y tres pozos en el Parque Nacional Montaña Botaderos. "Nos golpeó mucho porque vimos que se está repitiendo la misma violencia que sufrió mi madre", dice. "Es sentir que hay otros hijos viviendo esta pérdida".

Para Laura Furones, asesora principal de campañas de Global Witness, la violencia en Honduras responde a una combinación letal de intereses políticos, económicos y corporativos. "Pero además, por si fuera poco, con un crimen organizado muy pujante que ha llevado la violencia a otra escala", señala.

A pesar de la escalada de ataques, Honduras sigue sin firmar el Acuerdo de Escazú, el tratado regional que busca garantizar protección a quienes defienden el ambiente.

"Es una señal política del compromiso con las personas defensoras", apunta Furones. "Las señales pueden darse por acción o por omisión y, en este caso, la omisión también dice mucho".

 Crédito: Pablo Omar Iglesias

En abril pasado se realizó el Tercer Foro sobre Defensoras y Defensores de los Derechos Humanos en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe. Entre otros temas, este encuentro sirvió para darle seguimiento al plan de acción aprobado en la COP3 del Acuerdo de Escazú en 2024.

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El plan implementa el artículo 9 del acuerdo, que obliga a los países firmantes a garantizar un entorno seguro para defensores, libre de amenazas y restricciones. Además, compromete a los Estados a proteger, promover y reconocer los derechos de los defensores, y a tomar medidas para prevenir, investigar y sancionar agresiones.

En ese marco, el Center for International Environmental Law (CIEL) y otras organizaciones presentaron la iniciativa #EscazúEnLaCorteIDH. Su objetivo es que los estándares del Acuerdo de Escazú sean incluidos en la próxima opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre la emergencia climática, estableciendo así las garantías jurídicas para proteger la labor de quienes defienden la tierra y el territorio.

La paradoja de la transición energética

El asesinato de Berta Cáceres expuso una contradicción incómoda de la transición energética. No todos los proyectos "verdes" son justos. Agua Zarca era una hidroeléctrica que se presentaba como energía limpia, pero se impuso sin consulta a la comunidad lenca. Este no es un caso aislado.

La paradoja va más allá de las hidroeléctricas. Más de la mitad de los minerales de la transición energética-como litio, cobre y níquel- se encuentran dentro o en las cercanías de las tierras indígenas y campesinas, según el informe de Global Witness.

"El ataque contra defensores indígenas es desproporcionado: representan solo el 6% de la población mundial, pero el 40% de los asesinatos", destaca Furones. "Es incuestionable que debemos dejar atrás los combustibles fósiles, pero no a costa de volver a barrer de nuevo los derechos humanos. No podemos repetir los fallos, las mismas violaciones de derechos, porque entonces no estamos yendo en la dirección correcta", asegura.

Según Front Line Defenders, los proyectos de energía limpia están replicando modelos extractivistas. En Brasil, Ecuador, México, Guatemala, Honduras y Colombia, quienes los cuestionan han sido sujeto de las mismas amenazas y ataques que los defensores que se oponen a industrias altamente contaminantes.

"No podemos hablar de energía limpia cuando se invade y despoja a comunidades. No podemos hablar de energía limpia cuando produce violencia y muerte", advierte Laura Zúñiga. "El impacto de las represas no se mide por la cantidad de kilovatios que producen, sino por la cantidad de muertos".

"No podemos hablar de energía limpia cuando se invade y despoja a comunidades. No podemos hablar de energía limpia cuando produce violencia y muerte". Laura Zúñiga

Para Zúñiga, la investigación del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes es una oportunidad inédita para evidenciar estos abusos. "Si logramos exponer cómo operan las industrias extractivas en territorios indígenas, esto no solo hará justicia para mi madre, sino que también servirá como advertencia: las empresas no pueden actuar a sus anchas, con total impunidad".

*Este artículo es parte de COMUNIDAD PLANETA, un proyecto periodístico liderado por Periodistas por el Planeta (PxP) en América Latina, del que Carbono.News forma parte.



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