Los candidatos presidenciales sudamericanos se muestran "verdes" en campaña, pero ¿cumplen luego sus promesas?

Tras el reciente triunfo de Gustavo Petro como presidente electo en Colombia junto a su vicepresidenta Francia Márquez del partido Pacto Histórico, el comúnmente denominado progresismo latinoamericano volvió a tomar protagonismo en la región y, en esta oportunidad, con la promesa de un desarrollo sostenible.

Los primeros mandatarios de Chile, Bolivia y Perú, de orientación centro izquierda e izquierda, también han surgido de comicios ocurridos luego del comienzo de la pandemia de coronavirus. En octubre próximo, las presidenciales de Brasil plantearán una nueva disyuntiva y, una vez más, el progresismo es el favorito en las encuestas gracias, entre otros motivos, a su valoración de la sustentabilidad ecológica.

Pero, ¿los ganadores materializaron o no sus propuestas preelectorales?

Colombia: la izquierda ganó proponiendo "justicia ambiental"

Las tres promesas principales hechas a los sufragantes por parte de Gustavo Petro fueron la paz interna, una mayor igualdad social y una rápida transición ambiental. Sin embargo, antes de haber asumido, sus primeros pasos no se orientaron a acabar con el extractivismo, principalmente del petróleo, sino a darle un nuevo impulso a los vínculos con otras potencias regionales de hidrocarburos como la polémica Venezuela que, debido al indolente accionar de su estatal PDVSA, tiene récords de daños ambientales. Petro ya pactó la normalización de las relaciones con Caracas.

Bolivia: la oferta para legislar sobre transgénicos sigue en pie

Activistas, investigadores y científicos de la Asamblea por los Bosques y la Vida aseguran que el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Luis Arce, no cumplió su palabra y no produjo la anulación de un decreto que limita los cultivos genéticamente modificados. Sin embargo, durante su campaña, el actual Jefe de Estado sostuvo que resulta ilegal y que atenta contra la soberanía alimentaria utilizar transgénicos en maíz, caña de azúcar, algodón, trigo y soja.

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A 20 meses de su asunción, el líder del Movimiento Al Socialismo (MAS) sigue en deuda con su ofrecimiento. El lobby del agronegocio del vecino país jamás se inquietó por un juramento que se asumió desde el inicio como incumplible. Pura pirotecnia.

Chile: terminar con las "zonas de sacrificio" parece una quimera

Cuando Gabriel Boric asumió la presidencia en marzo pasado, siendo el más joven de la historia de su país, muchos se preguntaron si sería capaz de torcer una larga historia de contaminación extractivista.

Los vecinos padecen las llamadas "zonas de sacrificio" de norte a sur. Se trata de lugares donde se produjeron daños ambientales severos como:

   derrames de hidrocarburos

   grandes plantas de carbón que contaminan el aire

   cordón pesquero altamente depredador

   parques industriales cuestionados por la calidad de su aire, pero aceptados socialmente en alguna medida

En sus primeros cien días de gobierno, Boric anunció el cierre de una fundición en Valparaíso llamada Ventanas de Codelco para evitar casos de intoxicación masiva. Por esta razón, chocó de bruces con los sindicatos de trabajadores quienes están en pie de guerra y por el momento van ganando la pulseada.

Perú: cuidar la salud del Amazonas no es sencillo

Pedro Castillo es un ex maestro rural que llegó a la presidencia de Perú, tras derrotar en una segunda vuelta a la candidata conservadora Keiko Fujimori.

En campaña, enarboló un pacto para que los pueblos originarios pudieran tener sus propias patrullas para controlar que la agroindustria no genere más deforestación en las selvas autóctonas. En la práctica, hasta el momento, las autoridades de las Comunidades Campesinas y Nativas apenas han podido desarrollar rondas simbólicas.

El patrullaje a conciencia de una región tan exuberante exigiría costosos mapeos satelitales y el actual gobierno de Lima no está preparado para tales desembolsos.

Brasil: el agronegocio no le teme a Lula

La Alianza "Salvación Nacional", conformada por el ex presidente Lula da Silva, contempla la integración de fuerzas populares unidas para derrotar al actual titular del Planalto, el ultraderechista Jair Bolsonaro.

A cien días de los trascendentales comicios, Lula solamente ha hecho marketing gracias a la incorporación a sus huestes de Marina Silva, una reconocida defensora del Amazonas, pulmón de la humanidad.

En la práctica, no plantea una agenda demasiado severa con los productores agropecuarios que han consolidado a Brasil como el primer generador mundial de carne vacuna y soja. Tampoco ofrece novedades sobre la explotación petrolera con plataformas off shore. El gigante Petrobras logró la autosuficiencia nacional brasileña gracias a la extracción de crudo, perforando el lecho del Océano Atlántico.

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Las críticas desde la orilla conservadora

Consultada por Carbono.news, la escritora, periodista y ex vicealcaldesa de Barcelona, Pilar Rahola, se mostró escéptica sobre los juramentos formulados en Sudamérica: "La izquierda propone soluciones simples a problemas de enorme complejidad. Suele ser pura demagogia, populismo. A mí me preocupa tanto la oleada de izquierdas que no resuelve los problemas en vuestro continente como la oleada de derecha que se está instalando en buena parte de Europa. Tengo la impresión de que estamos frente a un crecimiento de los extremos. Pareciera que no podemos hablar, que no nos podemos ponernos de acuerdo. Me parece que los cantos de sirena y la magia de la inmediatez se están imponiendo sobre la razón y el pragmatismo. Van desapareciendo los espacios centrales donde están los más moderados, los que pueden ponerse de acuerdo".

La representante de la centro derecha española dejó también una respuesta personal sobre por qué fracasan los progresistas cuando quieren custodiar con éxito al ecosistema propio: "El socialismo del siglo XXI ha demostrado ser un fracaso. Las inversiones privadas para el desarrollo no estatal se escapan raudamente. Entonces, los gobiernos de este siglo deben acelerar la explotación de recursos naturales para compensar la brusca caída económica. El conflicto ambiental se agrava porque se priorizan por completo sistemas de comercialización que terminan dependiendo de China, una nación que necesita materias primas de manera voraz y es la principal contaminadora del planeta. Las actividades petroleras y mineras se transforman en la moneda de cambio para sostener las nunca concretadas mejoras de las condiciones sociales de cada país".