Activismo
Entrevista

Jóvenes por el Clima: "Somos la generación que tiene la información y está dispuesta a hacer algo al respecto"

Gastón Tenembaum, uno de los fundadores, cuenta la historia de la agrupación argentina que se puso la camiseta por el ambiente.

La agrupación Jóvenes por el Clima nació en 2018 inspirada por la activista sueca Greta Thunberg y por el movimiento Fridays for future. En Argentina comenzaron siendo solo seis adolescentes, pero se activaron y crecieron, se hicieron cada vez más conocidos, reunieron miles de personas en marchas en pos del ambiente, y hasta impulsaron la declaración de emergencia ambiental en el Congreso de la Nación. Hoy son cientos, en todo el país, referentes indiscutibles de la lucha por una Argentina y un mundo más sustentable.

Gastón Tenembaum es uno de ellos. Tiene 18 años y hace, virtualmente, el CBC para la licenciatura en Ciencias Ambientales de la Universidad de Buenos Aires. En diálogo con Carbono.news habló sobre el movimiento y sobre la lucha diaria por un mundo mejor.

¿Cómo nace Jóvenes por el Clima?

En 2018, Greta Thunberg comenzó a movilizarse yendo todos los viernes al parlamento con un cartel, a reclamar medidas ambientales. De a poco se le empezaron a sumar muchos jóvenes, tanto en su ciudad como en otros países de Europa. Así nació el movimiento Fridays for future.

El 15 de marzo de 2019 se hizo una huelga internacional por el clima. En Argentina no existía ningún movimiento del estilo, y con amigos y amigos que nos conocíamos de algunos proyectos nos juntamos y dijimos "pongámonos a hacer las cosas, hablemos con la gente de Fridays for future". Y así empezamos a convocar a la movilización, lo publicamos en Instagram, tuvimos que hablar con la Policía, yo hasta le hice trabajos prácticos a una influencer a cambio de que nos ayudara con la difusión.

El que consideramos nuestro momento fundacional es ese, la movilización del 15 de marzo. Fueron 5000 personas al Congreso. Después hubo otra en septiembre y ya éramos 15.000.

Empezamos siendo seis personas reunidas en una casa y ahora tenemos sedes en la mayoría de las provincias.

¿Dependen de otra agrupación o tienen alguna afiliación partidaria?

Uno de los pilares con los que nacimos fue justamente el de no depender de nadie, ni económica ni políticamente. 

Formamos parte del movimiento Fridays for future, cuando se hacen campañas tenemos participación, pero no implica que puedan decirnos qué hacer. Somos autónomos.

Además, somos totalmente apartidarios. Tenemos que tener una incidencia política fuerte, la política es la herramienta para cambiar las estructuras, tenemos que estar en esos espacios, pero sabemos que en el momento en que digamos "estamos con tal o cual partido", directamente la cagamos. Va a generar que la gente crea menos en nosotros.

En Argentina ningún partido en términos ambientales ha sido honesto o constructivo para avanzar en defensa del medio ambiente. Sobre todos los más grandes. Te vas para un lado o para el otro de la grieta y a ninguno de los dos le interesó alguna vez el ambiente de manera real.

¿Tienen dirigentes dentro de la agrupación?, ¿qué edades tienen los miembros?

Hay hasta de 13 años, pero los más activos están entre los 15 y los 23, con mayor densidad de chicos entre 18 y 20 años. La mayoría está en secundaria o entrando a la universidad.

La organización intentamos que sea democrática y horizontal. No se bajan líneas, simplemente nos guiamos por los pilares de respeto con los demás militantes. Y no tenemos líderes sino referentes, ya sea por cualidades individuales o por el contexto, como Bruno Rodríguez o Nicole Becker, dos compañeros que se fueron formando como referentes, y algunos más internos, que están a cargo de algunas áreas, como comunicación.

¿Cómo fue lo de la declaración de emergencia?

Después de la primera movilización de marzo nos empezaron a llamar de espacios políticos con iniciativas parlamentarias. A nivel internacional en abril se empezó a dar una suerte de seguidilla de declaraciones de emergencia climática y ecológica: en Francia, en España, y así surgió el proyecto.

No es un proyecto de ley sino de declaración, y en julio se aprobó: implica que Senadores le dice al ejecutivo que tome acciones concretas. Es más bien simbólico pero aporta a la causa, como las movilizaciones.

¿Y en concreto se avanzó con alguna medida?

Y, no, pero lo que generó fue más movilización en la sociedad: los medios hablaron más y así en la próxima movilización (septiembre de 2019) fueron 15.000 personas a exigirle al Gobierno que tome medidas. Pero hasta que se tomen las medidas concretas hace falta muchísimo esfuerzo de la sociedad para presionar al Gobierno.

Lo que pasa en Argentina es que las leyes están: la de bosques, la de glaciares, pero no se cumplen. Si la sociedad no está ahí, exigiendo, el Gobierno no lo hace. Prefieren los negocios y mirar para otro lado que hacer lo que tienen que hacer.

¿Por qué crees que los jóvenes están más conectados con el activismo ambiental?

Los espacios de educación durante mi generación se expandieron más allá de la escuela: Instagram o Youtube me enseñan más que un profesor -y en esas plataformas se habla muchísimo de cambio climático-, y es algo que las generaciones anteriores no tuvieron, se veían limitados a aprender lo que les enseñabas en las instituciones educativas formales.

Por otro lado, el cambio climático es un problema progresivo que se va acumulando, y somos la primera generación en sufrir efectivamente y de formas catastróficas sus efectos.

Tenemos la información y estamos abiertos a hacer algo al respecto, porque la generaciones anteriores capaz también tienen la información, pero no quieren cambiar las costumbres.

A mí también me da fiaca separar los residuos o hacer compost, o fijarme qué estoy comprando, o hacerme vegano, o andar en bicicleta. Pero no es un rol solo personal, sino que tiene que haber un incentivo del Estado para que la gente lo haga. En algunas ciudades si separás los residuos tenés descuento en los impuestos que pagás.

Y hay una parte de comunicación y de realizar políticas concretas que incentiven estos cambios de hábitos. Y por otro lado la falsa creencia de que solamente la información va a crear cambios conductuales. Por ejemplo en Argentina se habla mucho de educación sexual integral. Hay mucha gente que tiene la información, sabe que tiene usar métodos anticonceptivos, pero si tiene alrededor un grupo que le dice "si usás preservativo sos un débil", no se va a cuidar. Por eso se necesita un Gobierno, un contexto.

¿Cómo fue tu educación ambiental en el colegio y cómo creés que debería ser?

Hay un problema con la educación ambiental, pero no se hablaba nada. En la escuela lo tocábamos muy afuera, en la educación tiene que estar el tema ambiental de forma concreta, dinámica, que se pueda entender bien por qué tenemos que hacer algo al respecto, que no sea una charla una vez cada tanto. Es como ver una propaganda al pasar: no va a hacer que cambies tu conducta.

Por ejemplo no teníamos tachos para separar la basura, y si había a nadie le importaba si se respetaba; los dispensers para tomar agua era vasito de plástico a full, la energía no importaba, la luz de las aulas podía estar prendida en los recreos, y teníamos un patio con un espacio que podría haber sido para huerta y cultivos y aprender la importancia de alimentarse con comida de estación. Se podrían adoptar en las escuelas, y las que tienen los recursos lo podrían hacer.

También paneles solares, separación de residuos, y después de hacerlo todos los días en el colegio lo extrapolás a tu casa. También la enseñanza está en los pasillos.

¿Cuáles creés que son los temas ambientales prioritarios en el país?

Una visión que es personal pero va de la mano de lo que pensamos en Jóvenes por el Clima: en principio proteger la biodiversidad. Tal vez en países más desarrollados, con menos diversidad, tienen que dejar de contaminar tantos, irse a las energías renovables, como en Estados Unidos y China, que producen muchos gases y tienen el dinero para hacerlo, solo falta voluntad política.

En Argentina es importante esa transición, pero representamos menos del 1% de las emisiones. En cambio sí tenemos muchos bosques y humedales, y por ejemplo se están quemando a full en el delta del Paraná por la expansión ganadera.

Durante este año, incluso en cuarentena, se deforestó más que el año pasado. Como país con grandes extensiones de ecosistemas debería ser prioridad conservarlos. Mínimo conservarlos, no se puede deforestar más.

Por otro lado el tema de los residuos. Tenemos alrededor de 5000 basurales a cielo abierto que afectan al agua y a la gente que vive expuesta a esa contaminación del aire y del agua. Se estima que mueren alrededor de 15.000 personas al año a causa de la mala calidad de aire, que es el mismo número que sumando las enfermedades infecciosas.

En el país ni siquiera tenemos los aparatos que hacen falta para medir la calidad del aire, ni siquiera la medimos.

¿Por qué creés que los riesgos del Covid-19 se comunicaron bien, llegaron a la sociedad y la gente tomó las medidas necesarias para protegerse, pero con el cambio climático no pasa lo mismo?

Hay una analogía: si ponés una rana en agua hirviendo, la rana se da cuenta de que está hirviendo y salta, pero si la ponés en agua fría y de a poco la vas calentando, la rana se queda ahí hasta morirse. Y eso es medio lo que podemos ver que pasa con el coronavirus. Surge y en poco meses ataca en forma evidente, enferma, y entramos en emergencia global.

Estamos acostumbrados a reaccionar a amenazas concretas y momentáneas, y eso es lo que pasa con el coronavirus: lo podemos ver, la gente se enferma. En cambio el cambio climático no tiene una cara -no se está enfermando alguien por cambio climático- no tiene un tiempo específico y tiene todos los factores para ser un problema que no nos importe.

Creo que esos factores tienen que ver con nuestra psicología y tienen que ver con eso: tenemos los datos pero no alcanzan para movilizar a una población y un Gobierno, necesitamos un arrastre emocional y un incentivo de la sociedad.

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